Puerto Plata

República Dominicana

martes, 24 de agosto de 2010

Cuanta impotencia, en un abrir y cerrar de ojos

Por:Anny Mariel Gómez

De unos meses a la fecha, la población tiene un solo clamor y es que “No nos sentimos seguros”, los niveles de inseguridad que nos arropa, hacen que nos sintamos temerosos hasta de las mismas autoridades que están llamadas a preservar la tranquilidad de la ciudadanía.

Pareciera como si se rodara diariamente una nueva escena de una espantosa película, donde los actores involuntarios son; los hombres y mujeres, jóvenes, niños y ancianos de nuestro país, que no son discriminados por los delincuentes para convertirlos en sus víctimas. Estos parásitos de la sociedad sin temor alguno, se nutren de cualquiera a quien le puedan quitar algo que con esfuerzo, trabajo y sacrificio es obtenido.

Dios, hasta cuando escucharemos, “me robaron mi celular”, “me llevaron el carro”, “mis prendas”,” la cartera” y hasta la ropa. Todo un sin fin de reclamaciones y quejas, que al parecer solo quedan en eso, en quejas y reclamaciones.
Son tan altos los niveles de delincuencia actualmente en la República Dominicana, que parece que ningún sector queda excluido, esto es realmente alarmante que en menos de una semana, dos miembros de una familia, fueran atracados en hechos separados.
Hoy, no me toca ver desde afuera, sino ser una de esas voces impotentes que reclama, !Ayuda necesitamos sentirnos seguros!, vivir una vida lo más cerca de lo normal posible, que podamos salir, distraernos, ejercitarnos y cumplir con nuestras obligaciones diarias, sin tener que andar con nuestras pertenencias en fundas plásticas.

Se dirán, en ¿FUNDAS PLASTICAS?, bueno, es sencillo de explicar, esa fue la propuesta que le recomendó unos de los agentes policiales a mi madre, cuando fue a querellarse de que le robaron su cartera.

Exactamente esta fue la expresión, “Ustedes las mujeres, quieren andar con carteras, sabiendo cómo está la calle, eso lo que hace es que les dé más motivos a los ladrones para que les arranquen todo, acostúmbrese a echar sus cosas en fundas negras”.
Entonces qué se puede esperar, estamos solos, desprotegidos.

Este domingo último, me tocó pasar por lo que describo como el momento donde he sentido los mayores grados de impotencia de mi vida y todo en un abrir y cerrar de ojos.

Tras decidir tomar un poco de aire fresco en el malecón de esta ciudad, en unos de los lugares más iluminados y por donde transitan, tanto peatones y vehículos constantemente, apenas unos minutos después de sentarnos, mi prometido y yo, se nos acercan dos individuos de mala apariencia y nos preguntan, ¿Ustedes son de aquí?, a lo que le respondemos, si, que qué quieren, uno ellos nos dicen de modo agresivo, “yo me estoy alterando, tu sabes cómo funciona la calle?”…
Si, contestamos, qué es lo que quieren, deme su celular y parte de la ropa, a lo que mi prometido, le entrega mi celular y le muestra resistencia para entregar la cartera y su ropa, en ese lapso de tiempo, empiezo a ponerme nerviosa, desatando una reacción de enojo de ellos , por lo que, uno me amenaza con sacarme una pistola si no me calmo, es entonces cuando empezaron a presionar para que cruzáramos al área oscura, a la playa, gracias a Dios, pudimos convencerles de que no, que ya tenían el celular, que era suficiente, se alejaron para luego devolverse a amenazarme de que si gritaba, ya sabía que suerte correría.

Al final, como siempre, ellos ganaron, se llevaron parte de mi esfuerzo, de mi trabajo, pero gracias al Dios, hoy podemos narrarles esta desagradable experiencia, conservamos lo más valioso, nuestras vidas.

En ese momento, solo pude recordar el fatídico caso de la joven Vanessa Guzmán, muerta por un “insignificante celular” y me pregunté, ¿Cuanto valemos?
Estamos cansados de que las lacras sociales, les pongan precios a nuestras vidas.

Sé que se estarán preguntando, pusieron la denuncia en la policía?, pues no, ni siquiera nos asomamos a denunciarlos, porque sería aun mucho más impotente, mucho más desagradable, que nos dieran un consejo, en vez de ellos acudir a nuestro socorro.

La mejor denuncia es alertarnos unos con otros, decir ¡ESTÁ BUENO YA!, no dejemos que nuestra ciudad corra con la desventaja de ser una de las más inseguras del Caribe, ese lujo no nos lo podemos dar y menos ahora, cuando estamos abocados a trabajar constantemente para ganarnos nuevamente nuestro espacio dentro de la industria turística mundial.
¡Qué pena!, que ya ni siquiera salir de nuestras casas podamos, que vergonzoso, que nuestra policía nos de consejos de cómo actuar, en vez de ejecutar acciones, que les arrebate ese poder , ese trono en el que se han posicionado y cada vez con mayor fuerza, los delincuentes de nuestro país.






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